jueves, 29 de mayo de 2014

El Lector y el problema de la banalidad del mal.




Una de las cuestiones más apasionantes que hemos estudiado este año en clase ha sido  la irretroactividad de las normas penales sancionadoras de derechos y libertades en relación a la ilegalidad de la doctrina Parot. Para muchos compañeros de la facultad era impensable que personas con tantos crímenes cometidos salieran de la cárcel en virtud de la ilegalidad de una doctrina que había conseguido alargar su pena en prisión cambiando el modo en que se computaban los beneficios penitenciarios. Pero el profesor de derecho penal nos advertía de que sencillamente no se trataba de lo que nos pareciera justo o injusto, sino de que no se podía condenar a un criminal con una ley que se hubiera aprobado con posterioridad al cometimiento del hecho, en eso se basa la seguridad jurídica. Cada día las reticencias disminuían, y los compañeros parecían mas convencidos de que técnicamente la  doctrina Parot era ilegal, y por lo tanto los presos tenían derecho a la libertad independientemente de que nos pareciera mucho o poco el tiempo que habían permanecido en prisión. Sin embargo, había algo que a mi no me encajaba en aquella teoría, si la siguiéramos a raja-tabla, jamás se hubiesen debido juzgar los crímenes nazis en los juicios de Nuremberg, puesto que en el momento del cometimiento de los hechos, estos no eran delito, sino que los juzgados  se limitaban a obedecer las leyes vigentes en su país. Sólo una vez concluida la contienda, el exterminio de judíos se convirtió en un delito de lesa humanidad. Cuando hice esta pregunta, mi profesor se quedó callado unos instantes:

-Efectivamente, técnicamente los juicios de Nuremberg son una aplicación retroactiva, y por tanto ilegal. 

¿Qué visión del derecho empezó a construirse en aquel momento? ¿Una restauradora o una vengativa? La literatura, el cine y el ensayo han buscado respuestas sobre lo ocurrido durante el nazismo, se ha buscado entender las razones de lo incomprensible, abrir una brecha en el horror y reconciliar lo aparentemente inhumano con lo psicológico. Algo así es lo que plantea la película de El lector de Stephen Daldry (2008), adaptación de la novela de Bernhard Schlink, editada en Anagrama.  La novela escrita por un jurista, enfrenta el problema judicial y moral de los juicios de Nuremberg contando la historia de Hannah Smicht y el romance que mantiene cuando apenas es un niño con Michael Berg. Su fascinación por la lectura, pese a no saber leer, y el juicio al que es sometida por haber sido miembro de las SS y responsable de vigilar el campo de concentración de Auschwitch. Respecto a la responsabilidad penal de la acusada, la película plantea muchas cuestiones ¿cómo podemos determinar la responsabilidad penal de alguien cuando no está en absoluto determinada la conciencia de responsabilidad de ese alguien  sobre los su actuación y sobre las consecuencias de la misma? ¿cómo podemos juzgar con una ley de otro momento crímenes que no eran tales  en el momento que se cometieron? Ahora bien, como sociedad y con la magnitud de los crímenes tenidos en cuenta ¿cabía la posibilidad de no juzgarlos, como ha ocurrido con la dictadura española o chilena? 



Todos hemos oído muchas veces, que los mandos nazis se exculpaban de sus delitos aludiendo al sentido de orden y al deber y nos parece incomprensible, que ese sentido del orden pueda llegar a prevalecer sobre el sentido de la humanidad. Los laberintos psicológicos de aquellos que enviaban diariamente a la cámara de gas a cientos de personas siguen pareciéndonos un misterio, para el protagonista de la película una auténtica tortura. Una cosa es la sentencia judicial, otra cosa es la responsabilidad moral. El derecho no puede, no debe, atenerse a cuestiones morales. Pero el individuo, el amante, que escucha el testimonio de las víctimas, incapaz de reconocer al ser amado,  tiene muchas preguntas que hacerse.  En 1961 Hannah Arendt asistió al juicio que se celebró contra   Eichmann, uno de los pocos jerarcas nazis vivos,  en Jerusalén y de aquel juicio extrajo su ensayo más controvertido La banalidad del mal . Arendt esperaba encontrar a un ideólogo de antisemitismo, como así lo intentaron demostrar los interrogatorios a los que fue sometido por el tribunal israelí que además fue retransmitido por televisión. Sin embargo, no fue eso lo que ella vió en Eichmann. Ella encontró al burócrata que aplicaba la muerte maquinálmente sin  sentido de la conciencia, ni  del sentimentalismo, sino de la obediencia. Eichmann no era un hombre que poseyera grandes convicciones sobre el mundo, sobre el individuo o sobre la raza aria, era simplemente un hombre que no ponía en entredicho ninguna orden, y que por lo tanto, como  la protagonista de El lector no se sentía culpable de la acciones ejercidas en aras de su sentido de la responsabilidad, del orden y del deber. Ese mal para Arendt no es un mal, radical, perverso y sádico sino embrutecido, superficial y banal. 

Si el análisis de Arendt explica cómo un hombre sin convicciones ideológicas puede llevar meticulosamente a la práctica el exterminio de todo un pueblo, la película de El Lector, no sólo lo explica sino que además conmueve al entrar en contacto con el mundo emocional de un miembro de las SS, su extracto social, su pudor, parte importante en su futura vinculación con el nazismo, su nivel intelectual, su sensibilidad por todo aquello de lo que carece y su obediencia hacia un mundo del que también, igual que los judíos a los que manda a la cámara de gas, es excluida.  Todo esto, como dice Michael Berg en un momento de la película, no para justificar "sino para intentar comprender" oportunidad, que en el modo en que se plantearon, se perdió en los juicios de Nuremberg. 


Frente a las películas que buscan al ser humano en el horror, también están las tesis contrarias, las que  han intentado encontrar el por qué de todo aquello, la pieza clave que dé una explicación unitaria, a  manera de obrar colectiva, el huevo de la serpiente: entre ellas destaca La cinta blanca de Haneke,(2009) una película que abre unas cuestiones diferentes, pero en las antípodas de las suscitadas por El lector.  Aquí Haneke parece defender la teoría de un mal radical y social, acunado por la propia cultura y en el seno de la propia educación. Haneke cuenta los crímenes perpetrados en un pequeño pueblo alemán por una generación de niños, antes de la primera Guerra Mundial. La educación represiva y el  férreo sentido del deber en el que son inculcados contrasta con un reverso cruel y con la apariencia de candidez. Cronológicamente los responsables de los crímenes que nos relata Haneke serán adultos en el momento del nazismo y por lo tanto el ejercicio del autor, es demostrar que la educación en el odio  y el mal radical estaban sembrados en la cultura alemana desde mucho tiempo antes de la llegada de Hitler al poder.


 Algo parecido se propone Rosa Sala en un libro que aún no he tenido ocasión de leer, pero sí bastantes ganas: El misterioso caso alemán. En este libro que es un ensayo sobre la historia cultural alemana, la autora parece querer responder a la pregunta que se hacia George Steiner: "¿Cómo es posible interpretar a Schubert por la noche, leer a Rilke por la mañana y torturar al mediodía?"  En primer lugar, esta primera pregunta podría llevarnos a cuestionarnos si la cultura necesariamente es una defensa contra la crueldad y en caso afirmativo ¿toda cultura lo es? ¿todas las culturas lo son? ¿por qué los versos de Rilke elevan el alma humana más que los cuentos orales de una tribu indígena de la Amazonia? Sobre el libro podéis leer la entrada que le dedica La serp blanca


Si bien el caso alemán constituye la sombra más inquietante de la civilización occidental, muchos son  los casos en los que en nombre de la civilización y de la superioridad cultural se libran cruentas guerras, se intentar aniquilar pueblos "incivilizados" y se conquistan territorios insurgentes a lo largo y ancho del mundo. Convendría tener en cuenta los ensayos de Arendt en virtud de los cuáles la maquinaria del poder le otorga al ser humano un pretexto perfecto para deshacerse de su responsabilidad individual en los acontecimientos colectivos, esta no es otra que la idea principal de Los orígenes de los totalitarismos donde Arendt describe como la instrumentalización de un sistema puede llevar a un padre de familia a convertirse en parte esencial de un régimen fascista. Aunque tampoco los textos de Arendt nos traen todas las respuestas, prueba de ello es la sensación de malestar que deja la película de Stephen Daldry con las razones de Hannah Schmitt indescifrables en su única herencia : un bote de té. 




5 comentarios:

  1. La relación que haces entre "El lector" y "Hanna Arendt" me parece muy pertinente. Tras estas dos películas (yo la segunda no la he visto, pero de la primera hablé en mi blog allá por el mes de marzo del año pasado [http://elblogdejcgc.blogspot.com.es/2013/03/el-lector-de-bernard-schlink.html] lo que demuestra que el tema me interesa), la alusión que haces al libro de Rosa Sala hace que me interese por él y que desde ya me ponga a buscarlo para que forme parte de mis lecturas veraniegas.

    Como siempre un excelente post, Redrum Blues.

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  2. Un post tan suggestiu i interessant com ben escrit. M’ha agradat molt. Per continuar aprofundint la temàtica que planteges recomanaria l’assaig «Justícia» de Joan Fuster, inclòs en Diccionari per a ociosos (es pot llegir online: http://blocs.mesvilaweb.cat/media/RnVzdGVyLCBKb2FuIC0gRGljY2lvbmFyaSBwZXIgYSBvY2lvc29zICgxOTY0KQ==_131145_1_2639_1.pdf ). Em sembla una reflexió molt lúcida.

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    1. Estic tan capficada en l'assumpte que me l'he llegit tot d'una de seguida. És molt interessant el que diu Fuster sobre la justícia que es manté inflexible envers la transgressió de les normes i aquella justícia que por entrar en matissos en casos com el del Nuremberg. Estic d'acord en moltes coses. Sobretot en què la propietat privada és el principi fonamental que protegeixen els codis legals. També es veritat que quasi tots els que reben indults, llavors i ara, son membres destacats de la societat, allunyats del prototip de delinqüent comú. Avui, per exemple, la majòria dels que reben el dret de gràcia amparat per la nostra constitució del 78 son polícies acusats de tortura. Així i tot, la pel·lícula m'ha deixat un sabor amarg a la boca, era possible no ser nazi en l'Alemanya de Hitler? Recorde perfectament haver-me escandalitzat quan vaig llegir en el seu llibre de memòries que Ingmar Bergman quan era molt jove havia simpatitzat amb el partit nazi, i fins i tot havia cantat victoriós l'himne i havia freqüentat unes quantes reunions. Si això li passà a Bergman, un home de lletres, com podem pensar que no afectarà de manera molt més profonda al proletariat més lumpen pèl qual estaven formades les SS? Crec que és terriblement difícil de jutjar.

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    2. Era possible no ser nazi en l'Alemanya de Hitler? D'un manera activa, crec que no, senzillament perquè es pagava amb l'eliminació física. De tota manera, hi va haver gent a Alemanya que es va oposar a Hitler i ho va pagar amb la vida. Que van ser pocs? Sí. Ara, a França va passar el mateix. Només una minoria va formar part de la Resistència. En el comentar anterior se'm va oblidar de citar un llibre extraordinari, que es llegeix molt bé, i que és dels que més explica com va ser possible el nazisme: "Historia de un alemán" de Sebastián Haffner. De lectura imprescindible.

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  3. En relació a aquesta entrada i als comentaris que ha suscitat, és molt interessant la lectura de l’article El coraje de Sophie Scholl (http://rafaelnarbona.es/?p=35), que Rafael Narbona ha publicat en el seu bloc.

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