viernes, 13 de febrero de 2015

Utopía: la paranoia amarilla.



La violencia deja una profunda cicatriz. Un rastro del olvido siempre permanece. La confianza en el mundo que el terror destruye es irrecuperable. Ver a tu prójimo volverse en tu contra… engendra un sentimiento de horror profundamente arraigado. La violencia corta la línea de vida. Un superviviente no sólo cambió, es ya otro. El sueño de la supervivencia se convierte en una pesadilla para él, que está de viaje. Cada uno de nosotros puede convertirse en un peligro para los demás   

Jean Luc Godard ( Nostre Musique) 


Dice Galeano que la utopía nunca se conjuga en presente,  es una cima  hacia la que caminamos sabiendo que nunca la alcanzaremos , y a pesar de eso siempre merece la pena el recorrido. Claro que hay utopías y distopías, futuros preferibles y futuros catastróficos. Y a veces la diferencia entre unos y otros no está más que en la mirada de quien la contempla. Algo así plantea la genial serie británica  "Utopía"que tuve la ocasión o la osadía de engullirme casi de una sentada el mes pasado. 

Utopía es la historia de un cuento transformado en pesadilla, o lo que es lo mismo de una utopía transformada en distopía: cuenta la historia de seis freaks, seguidores de un cómic de culto, de título "Utopía", que al hacerse con el único ejemplar existente de la original novela ilustrada , escrita  por un ex científico que terminó sus días en un psiquiátrico (Philipp Carvel)  se ven perseguidos por una malvada pseudo corporación internacional con influencia en todos los gobiernos del mundo: la red, gobernada por una figura anónima conocida bajo el pseudónimo de señor conejo. La trama se  centra en descubrir  el preciado contenido del ejemplar a la vez que  nuestros protagonistas en apuros intentan desenmascarar al temible señor conejo. Pero ¿es tan temible? 


Si habéis leído hasta aquí es posible que el argumento os haya parecido poco sutil, burdo e infantil. Pero os equivocáis. Hay que atravesar la entrada de  "Utopía" como atravesaba el personaje de Alicia el espejo que le llevaba a esa otra realidad paralela, desconcertante y auténtica que existía apenas dos pasos más allá del tiempo cronológico y la lógica causal. Hay que entrar en Utopía como  se entra en una atracción de feria, en un universo paralelo o en un sueño lejano que uno olvidará nada más despertarse.



  Existe el dilema filosófico, pero  la serie os hará sumergiros en él como en un mal viaje de ácido. ¿Qué es lo que hay entonces? Utopía no es una serie de ciencia ficción, ni un drama futurista. Es sobre todo un cómic delirante y surreal, dominado por un fuerte sentido de lo alucinatorio y lo estético, un laberinto sin solución ni salida, aderezado de hipérboles pero combinado con elementos lo suficientemente cercanos como para que nos resulte un relato aterrador. 

Si amáis a Lynch amaréis a unos personajes que actúan como si estuvieran poseídos por un tránsito planetario, un trauma reciente o una sobredosis de LSD: amaréis a Grant, a Wilson Wilson un freak de los ordenadores que vive con sus padres obsesionado con borrar toda posible constancia de su existencia en Internet, a Alice una adorable niña casi superdotada que puede entrar en fase ansiosa por no acabar el resumen de "Crimen y castigo",  Arby y Lee dos tipos que parecen haberse escabullido del casting de Pulp Fiction, que entran  en todo tipo de establecimientos  asesinan a un montón de gente y preguntan compulsivamente: "¿Dónde está Jessica Hyde?" Como contrapunto, Becky e Ian representan a los personajes más normales, que sin embargo verán sus vidas envueltas en la rocambolesca trama conspirativa, sobre todo a partir de que al final del primer capítulo (último spoiler, prometido) alguien llame a la puerta donde se encuentran escondidos y diga con mirada estrábica de cromosoma perdido: " Hola, soy Jessica Hyde". 





Amaréis los planos recursos, panorámicas que parecen cuadros hiperrealistas desproporcionados,  las perspectivas aberrantes, los colores hipersaturados y una banda sonora llena de disonancias que marca  el ritmo de una atmósfera inquietante.  Amaréis todos los ingredientes  de  esta perfecta pesadilla persecutoria, donde todo el mundo parece tener algo más que ocultar o si acaso algo más de lo que huir. 




SI NO HAS VISTO LA SERIE DÉJALO AQUÍ.

Utopía parte de una verdad universalmente conocida pero poco tenida en cuenta a la hora de hacer política: si se mantiene el crecimiento de la población durante las siguientes décadas, en unos años no habrá recursos para toda la población, lo que provocaría según los defensores de Utopía, un genocidio entre pueblos sin precedentes en la historia de la humanidad. La tercera guerra mundial sería no por las hegemonías, ni por las ideas, sino por los recursos. Esto lo plantea más o menos la teoría del decrecimiento sólo que de otras maneras: no podemos seguir produciendo como hasta ahora, si mantenemos nuestras formas de consumo y producción condenamos al planeta y a las futuras generaciones al desastre. Pero la economía de mercado somete a los  países a la necesidad de  producción y consumo para sobrevivir económicamente. La teoría del decrecimiento no ha soportado el embate de la crisis, pronunciar la palabra decrecer delante de un  autónomo debe ser como mentar al mismo Satanás. 

No, no son tan sofisticadas las teoría las que se han planteado los científicos de "La Red". En su lugar proponen reducir drásticamente la población en las siguientes generaciones, pero no a través de un genocidio selectivo sino a través de la inoculación secreta de una proteína que convierte en estéril a la población. Esterilización selectiva. Tampoco nada nuevo. Tal y como documenta Galeano en "Las venas abiertas de América Latina" las esterilizaciones  forzosas se estuvieron practicando  a lo largo de la década de los setenta sobre mujeres en numerosas poblaciones indígenas de América Latina para ¿reducir? ¿eliminar? a poblaciones indígenas contrarias a los planes de expolio y saqueo. La cuestión es ¿cómo reaccionarán nuestros personajes una vez conozcan las intenciones de Utopía y la identidad del señor conejo? ¿ es esta la única solución/esperanza que hay para el planeta?  ¿y si lo fuera?  

Ante el macabro plan surgen las diferencias entre nuestros protagonistas. Están las almas incorruptibles que creen  que el fin no justifica los medios, los que se mueven en unos contrastes fuertes entre la indiferencia y la agresión casi como una forma de búsqueda existencial (Lee, Grandt, Jessica), hasta quienes se vuelven unos conversos de la causa de Utopía como Wilson Wilson, por cierto no por casualidad árabe y quien no vea mensaje subliminal que me lo explique,  elevado a la condición de mártir-verdugo:  "Lo que a ella le gusta de ti es que eres un creyente". 

 La segunda temporada ofrece un maravilloso primer capítulo en el que conocemos el origen utópico de los utópicos. Un arriesgado ejercicio de ruptura de estilo a modo de flash-back que nos devuelve al momento en que Mildner, traumatizada por haber sobrevivido a un genocidio durante su infancia (la II Guerra Mundial)  se fascina con la inteligencia de Philip Carvel, el creador de Utopía a principios de los setenta. En este idilio la convicción de hacer lo correcto se convierte pronto en una fe dogmática que va avasallando y tomando como medios las vidas de las personas que aparecen en sus caminos. La política de lo psicopático, la humanidad como imposibilidad, la cancelación de la empatía son solo algunas de las implicaciones que la serie nos da sobre la realidad y alienación contemporánea. 


Mientras avanza la narración un tono amarillo cada vez más flamante e intenso cubre los edificios, la ropa de los personajes, las bolsas de viaje, los paneles de los aeropuertos e incluso la fotografía general de la serie se vuelve de una tonalidad más amarillenta. Como dijo Kandinsky en De lo espiritual en el arte, el amarillo nos remite a la locura insana, a la violencia. La exhibición de la violencia tiene un protagonismo fundamental en la serie que le ha dado no pocos quebraderos de cabeza a su realizador,  violencia social, simbólica y política, con un ineludible  toque de humor negro.





  Sorprenderá un ritmo demasiado elíptico o atropellado, no creo que sea fruto de un error sino de que toda la serie está concebida como una novela gráfica en movimiento. Cada plano es una viñeta pintada. Cada personaje un estereotipo. Las elipsis y los cambios repentinos de tiempo se adecuan al ritmo del cómic. Se han hecho muchas películas sobre cómics existentes que no respetaban las normas del género original, en su lugar Utopía es una serie hecha con el lenguaje de un cómic que nunca existió en soporte papel. 


Las imágenes de la novela gráfica "Utopía" que aparecen en la serie.



La estructura de planos con perspectiva de historia gráfica. El potente repertorio cromático de Utopía.



La serie camina hacia una línea filosófica que parece defender una idea de supervivencia instintiva (homo homini lupus) donde se le niega a la humanidad toda posibilidad de salvarse a sí misma.  Aunque no sabemos si era este el tono que le querían dar al relato porque lamentablemente no veremos la tercera temporada de este canto a la  originalidad apocalíptica y al bizarrismo ya que Channel Four ha cancelado su emisión, una pena, justo ahora que nos habíamos reconciliado con nuestro sociópata interior. 

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