De nada sirve negarlo. Si he conseguido sobrevivir al calor nuclear
de los últimos días de Julio en Valencia ha sido gracias a la serie
de Sorkin, que ya debí haber visto hace tiempo pero que con ese “lo
vas dejando, lo vas dejando” fue retrasándose de una temporada a
otra hasta que tuve ocasión de ver el piloto y quedarme prendada de
ella modo yonki: es decir, a una temporada por día. Eso implica un
estado de deterioro físico y social importante, pero en pleno
holocausto climático lo primero me parecía secundario. La serie
cuenta la quijotesca hazaña del canal de noticias Atlantis Cable
News por hacer un periodismo de calidad en medio del reinado del
amarillismo y la guerra de audiencias. Hasta ahí todo claro.
Diálogos ingeniosos, política internacional y unos personajes
magistralmente construidos ponen el broche a una serie que tiene el
sello del mejor cine clásico: las comedias con guión de hierro que
se rodaron entre 1929 y 1940 por grandes escritores de diálogos,
genios humor del y la retórica dispuestos a poner el matiz dulce a
una época amarga. Me refiero a Billy Wilder, Ernest Lubistch o
Howard Hawks.
Pero lo que verdaderamente me ha llamado la atención es la
construcción de los personajes femeninos de esta serie. Digamos que
los tres personajes principales que vertebran las tres temporadas de
The Newsroom son Maggie Jordan (Alison Pil), Mckenzie Mkhale (Emily Mortimer) y Sloane Sabbith (Olivia Munn).
Sin duda, Maggie Jordan y Mckenzie Mkhale representan a la mujer
contemporánea. Si bien cada una a su manera las dos responden al
mismo arquetipo de mujer que se ajusta a las demandas de su tiempo,
profesional competente, hiperperfeccionista y en constante conflicto
con sus necesidades afectivas, que son: 1.tener una pareja, 2. tener
una pareja que se comprometa formalmente (con anillo, mejor). Este
conflicto entre un mundo afectivo sensible vulnerable y demandante de
protección y su faceta profesional competente e incisiva se
manifiesta en un histrionismo compulsivo e histérico que en el caso
de Mckenzie se compensa por su superioridad en el campo profesional,
pero en Maggie Jordan se hace insoportable precisamente por la
inseguridad que acarrea en su faceta laboral.
Mckenzie y Maggie son en realidad el mismo personaje con unos años de experiencia laboral de diferencia. Y así lo reconoce la propia Mckenzie en las primeras escenas del capítulo piloto, quien ve en Maggie un reflejo de sí misma en los inicios de su carrera laboral. El aplomo que mantiene Mkenzie en los momentos difíciles, su buen juicio periodístico y su apasionamiento que le hace ganarse el respeto de sus compañeros se hace trizas cada vez que su historia no resuelta con Will la pone fuera de control. Lo mismo ocurre con Maggie a quien además del modo en que su vida afectiva impacta en su trabajo hay que añadir descalabros, errores, inseguridades, despistes y la faceta innata para complicar hasta la saciedad opciones francamente simples. En este sentido, al menos profesionalmente Maggie es un personaje al que vemos evolucionar a lo largo de la serie.
Lo personal, por supuesto, sigue siendo su punto débil, al igual que
Mckenzie.
Y aquí va el tercer personaje de la serie: Sloane Sabbith. De Sloane
Sabbith se ha dicho que representa la proyección de una fantasía
erótica de Sorkin, el cuerpo de una mujer sexy con cerebro de
hombre. Pero yo no creo que se trate de una masculinización. Sloane
representa otro tipo de feminidad. Una buena profesional, con
problemas de sociabilidad que no reniega de su sexualidad pero sí
de las neurosis y convencionalismos que rodean el tema de la
maternidad y el matrimonio. También se ha dicho que sus obsesiones
geeks son poco realistas. Pero a mi lo que me parece poco realista es
la construcción de arquetipos femeninos que nos intenten hacer
encajar a todas en un mismo molde afectivo que pasa por complacer a
los otros, compartir con los otros, comprarse casas con los otros y
decir lo que los otros quieren oír. Sloane no tiene muchas amigas y
se siente más a gusto con los ellos, pero no por un tema de
misoginia sino de camaradería, y de autoconservación.
Como toda
rara avis, Sloane, es consciente de que está en minoría y de que si
quiere hablar de anomalías económicas, y de cosas japonesas
tendrá que hacerlo con un compañero del sexo opuesto. Sloane no se
complica la vida, no hace grandes construcciones literarias de granos
de arena y es fanática de las cosas que le interesan. Tampoco es un
alma solitaria que haya jurado soledad, está dispuesta a asumir la
existencia de sentimientos. Lo que no está dispuesta es a quedar
para hablar de ellos y comprarse zapatos. Sloane es mi idea de lo que
la nueva feminidad debería ser o al menos la feminidad con la que me
identifico, no obviamente por sus espectaculares medidas, que a decir
verdad su acentuación también me parece toda una manera de estar en
el mundo, sino por la idea que hay detrás; alguien que ha
abandonado la victimización, que es capaz de autogestionar su vida
afectiva sin dejar un reguero de sangre o de whatsaps de por medio,
alguien que asume con estoicismo sus errores y que no condena al sexo
masculino (en general) por su falta de sensibilidad cada vez que un
rollo le salga mal, alguien que no ve la soledad como una catástrofe
y que no contempla el aburrimiento como posibilidad y sobre todo
alguien que no está dispuesta a que ninguna hermandad de féminas
sensibleras le diga cómo y qué debe hacer con su presente para
tener un futuro prometedor y estable. Como si la estabilidad fuera
algo parecido al destino...o una receta deseable.
Me queda terminarla, pero tras Studio 60, es mi Sorkin preferido. Personalmente, atraido por el tema del periodismo pero caminando por otros horizontes precisamente por descreimiento, una serie imprescindible.
ResponderEliminarGracias Mycroft!! No he visto Studio60! Me la apunto! Creo que a todos los periodistas descreídos nos entró un ataque de idealismo con The Newsroom. Me dolió acabarla. Plantea debates que aún perduran en mis conversaciones como el papel del entrevistador/opinologo, en el caso de España, me suscita serias dudas que Ana Pastor pueda emular a McAvoy, aunque seguro que ese es el modelo que está entre sus referentes. Para el programa de radio que va unido a este blog; Redrum Blues pensé en dedicar un monográfico a la serie y vincularlo al papel del periodismo, sus crisis y zozobras, la precariedad y la vulnerabilidad de esta profesión en algunas partes del mundo. Justo estaba en ello, cuando me golpeó el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa en México. Así que pensé que México ya requería de un especial aparte. Pero The Newsroom sigue en el horizonte. ¡Gracias por seguir el blog!
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