martes, 11 de marzo de 2014

Patológicas: la locura femenina en el cine ( IIª parte)









Tal y como prometí, continuo con la lista de mujeres convulsas que han poblado la gran pantalla dejándonos a menudo personajes más que enfermos, incomprendidos, perdidos en una maraña de normas y hundidas en la insoportable culpabilidad de ser quienes en realidad son.

-Una mujer bajo la influencia . John Cassavettes (1974). El matrimonio formado por Peter Falk (más conocido por su papel en la popular serie Colombo) y Gena Rowlands hace aguas a causa del fluctuante humor de esta. Un sentido vital, una manera de estar el mundo que no permite  el desempeño de su labor como madre y esposa. Sin embargo, Cassavettes acierta a la hora de mostrarnos los síntomas de Mabel (Gena Rowlands) como estallidos de subjetividad que no entroncan  con el entorno, juegos que se desmadran en que la propia Mabel se vuelve una niña, incapacidad a la hora de entender compostura, decoro y cortesía, pero todas estas pequeñas salidas de tono sólo  son entendidas como una enfermedad por el marido, y por su medio circundante. El espectador que asiste a su despliegue de gestos y matices emocionales no tiene la sensación de encontrarse ante una enajenada, sino ante un ser problemático y quebradizo tan preso de sus propias trampas como Peter Falk lo es de las convenciones y normas que le azoran para que tome el control sobre un ser impredecible. Consciente de la dificultad de establecer el estado emocional de la protagonista siempre me ha llamado la atención el título de esta película "Una mujer bajo la influencia" ¿bajo qué influencia? La influencia puede entenderse como una licencia poética que Casavettes se permite a la hora de referirse al desconocido origen de la inestabilidad emocional de la protagonista  (antiguamente se pensaba que los enfermos mentales, los que sufrían fuertes fluctuaciones anímicas se encontraban bajo la influencia del planeta Saturno) . Pero la influencia también puede entenderse como el modo en que los demás (vecinos amigos y familiares) condicionan el modo en que la protagonista se percibe a sí misma. 










- Las Horas. Stephen Daldry. (2002). Me detendré un poco más en esta película. Las Horas es una adaptación de la novela Las Horas  de Michael Cunnigham que cuenta la historia de tres mujeres separadas por el tiempo y vinculadas por un relato La señora Dalloway de Virginia Wolf. Las tres protagonistas  desempeñan tres funciones simbólicas en relación al relato (escritora, lectora y protagonista) y tienen en común que viven desencajadas de sí mismas, que  sus vidas sufren de una absoluta falta de sentido. Por un lado está Virginia Wolf, la autora del relato, recluida en Richmond por su marido Leonard tras sufrir dos intentos de suicidio. Virginia Wolf es un personaje que desempeña dos papeles dentro de la obra, por un lado, sus síntomas psíquicos hablan de una patología real: oye voces, se muestra desconfiada, en algunas escenas llega a ser hostil e incluso cruel. Sin embargo, esta patología no está desligada de una construcción social. ¿Hasta qué punto el profundo estado depresivo en que la autora escribe La señora Dalloway no está mediatizado por una sociedad que relegaba al silencio a las mujeres obstinadas, que se empeñaban en tener un papel en el mundo de la cultura? Virginia Wolf había reivindicado el papel de la mujer no sólo de escribir sino de no ser silenciada en el mundo del pensamiento, un mundo hasta el momento reservado para los hombres. En Una habitación propia Wolf señalaba que la mujer escritora debía  disponer de los mismos medios que el hombre para escribir: independencia económica y un espacio propio. En la película vemos a una Virginia Wolf obligada a someterse a unos cuidados que rechaza, sin posibilidad de disponer de dinero ni espacio para escribir, marginada por parte del núcleo intelectual de Londres. La película nos muestra los últimos momentos de vida de Virginia Wolf como una lucha por conquistar un territorio propio, exento de paternalismos que finalmente le es negado, momento en el cual la autora decide suicidarse. 























El otro personaje de Las Horas es Laura (Julianne Moore), su vida también se encuentra atravesada por el relato de La señora Dalloway, está leyéndolo en el momento en que tiene lugar la acción. Laura es mi personaje favorito de Las Horas, no tiene el toque neurótico de Virginia Wolf (ojo, no la escritora sino el personaje de la película) ni esa insoportable falta de carácter de la que adolece Clarissa (Meryl Streep). En Laura, además, se encuentra perfectamente sintetizada la depresión entendida como una nada que va extendiéndose sin que haya una causa  que la justifique más que la ausencia de ser, la conciencia de que la vida la arrastra, pese a todos sus esfuerzos por adecuarse al entorno, a una anulación completa de sí misma. Laura tiene todo lo que se supone que debería tener cualquier persona de los años cincuenta para ser feliz: un marido que la adora, una casa preciosa, un niño pequeño y otro que está en camino. Y sin embargo cada día es una letanía sin sentido.



En algunos momentos Laura se rinde a este dolor, en otros lo camufla, en otros realmente se esfuerza por cambiar, por adaptarse mejor a esa realidad en la que tiene que desenvolverse, esto queda maravillosamente condensado en la escena en la que Laura intenta redimirse de su anomalía haciéndole una tarta al marido. La ilusión inicial por ser capaz de hacer algo que encaje en el mundo en el que vive se va tornando en tormento al comprobar que el pastel no toma la forma que ella había imaginado: expectativa y realidad entran en conflicto en lo más cotidiano. Lo que me parece brillante de esta escena es la manera de tomar un pequeño momento de la vida doméstica para propiciar un quebrantamiento interno de dimensiones mucho mayores, porque normalmente  es así como ocurre en la vida normal,  una marejada se activa mediante un detalle nimio. El problema que nos plantea el relato de Laura va más allá de la lectura fácil del rechazo a la propia maternidad, o al desempeño del papel de solícita esposa, el problema de Laura es que ni siquiera puede rechazar una cosa, afirmando la otra, como hace Virginia, Laura no sabe si desea o no, ser madre porque no sabe qué desea, en otras palabras, ha desarrollado su personalidad a partir de la anulación de la misma. El abismo ante su propia identidad como individuo, como ser humano, tendrá que abordarlo desde un espacio donde pueda ejercer su libertad sin ficciones ni restricciones.








Por último, queda Clarissa (Meryl Streep), la relación de Clarissa con el relato es la de ser "La señora Dalloway",  ella escenifica lo que ocurre en el texto de Virginia Wolf. Clarissa ha desplazado su propia vida para vivir la de otros, en este caso para vivir cuidando de su ex, un poeta homosexual enfermo de sida. Clarissa a diferencia de los dos personajes anteriores no representa ningún alejamiento de la norma social, todo lo contrario, su disfunción nace precisamente de vivir apegada a la vacuidad de la vida social, a la banalidad de las fiestas, al hacer agradable la vida de los otros, desocupándose ostensiblemente de si misma, de sus sueños, de sus deseos, para vivirse a si misma a través de los otros, para agradarse a sí misma a través del agrado de los otros. Lo trágico del personaje  tiene lugar en un momento de la preparación de esa fiesta, en la que Clarissa le cuenta a su hija como fue la primera vez que hizo el amor con el poeta ya moribundo: 

"Y tuve una sensación de posibilidad. ¿Conoces ese sentimiento? Y recuerdo haberme dicho a mi misma ...Entonces...este es el principio de tu felicidad. Ahora es cuando empieza pero habrá más. Nunca se me ocurrió que esto no era el principio. Esto era la felicidad"




Clarissa circunscribe la felicidad a un momento único, renunciando a todo el resto, renunciando en realidad a lo único que puede ser propio y verdadero: las horas. La experiencia de Virginia y Laura, que la miran desde el pasado, le ofrecerá valentía para no resignarse a ser una espectadora de su propia existencia, aunque esto implique mirar al vacío de la propia personalidad y a la incertidumbre de las horas que quedan por vivir. Quizás este es el sentido de la película, el precio que hay que pagar para ejercer la auténtica libertad como individuo por encima de los juicios ajenos y propios. Los límites entre esa libertad y la locura a menudo son difusos, indistinguibles. Seguimos....




 Os dejo un fragmento de la maravillosa banda sonora de Philip Glass  de Philip Glass 











2 comentarios:

  1. Interesante análisis, como el otro. Me encanta la peli de Cassavettes y la actuación de Gena Rowlands.

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    1. Gracias! A mi también me gusta mucho, casi no me acordaba de ella y la he rescatado de nuevo, habría muchas más cosas que decir efectivamente de Gena Rowlands, y de la forma de rodar de Cassavettes, del cine de aquellos años, de la relación que tenían, de la difuminación entre personaje y persona, y de si podríamos atribuirle todo el mérito de esta peli a Casavettes, porque quizás en algunas películas habría que plantearse si el concepto de autor no se debería al menos compartir con el actor...otro debate pendiente! Besos!

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