La última película de
Pablo Larraín (Fuga y Post mortem) No narra
la historia del publicista René Saavedra en su periplo para impedir que
Pinochet ganara el referéndum que convocó en 1988. Pinochet se había visto
obligado por la presión internacional a convocar este referéndum para darle a la dictadura una cara democrática
y legitimar su pervivencia en el poder. René Saavedra es un joven y ambicioso publicista que se dedica a vender a productos de cola y micoorrondas y de pronto se ve envuelto en la tarea de diseñar la campaña publicitaria del NO a Pinochet. La película que nos propone Larrain sin
embargo, no es una cinta que evoque el pasado glorioso de Saavedra por rescatar
la democracia de la garras de la dictadura, es una película sobre el lenguaje. Sobre el poder hipnótico de la imagen publicitaria y sobre su absoluta falta de contenido.
Es una película que el director ha construido sin
dejar de formular algunos debates,
por ejemplo, en un referéndum en que la propia izquierda ya se siente derrotada,
la represión generada por la propia dictadura provoca miedo, desconfianza y el discurso
cierto pero dogmático, endogámico y a veces incomprensible de la izquierda
tradicional es incapaz de llegar a la mayoría de la población ¿Se puede intentar, entonces, vencer al
enemigo fascista con elementos propios del lenguaje de la comunicación de masas:
el cine, la publicidad? ¿Es lícito? ¿Aunque así la izquierda se asegurara una
victoria sería una victoria populista? ¿A la larga contraproducente?
Alain Resnais dijo una vez “el cine no vuelve
atrás”, en efecto la película de Larrain toma una anécdota del pasado para
abrir una reflexión sobre el presente.El Chile de 1988 no está tan lejos de la
España del 2013, entonces como ahora nos preguntamos por qué la gente normaliza
las situaciones de corrupción, abuso de poder e injusticia, y no reacciona más
visceralmente contra quiénes están en el poder. Una de las razones es la falta de un discurso
de izquierda, ilusionante, concreto, positivo que llegue a una mayoría social. El
director de la película lanzaba en una entrevista a Cinemanía un guiño a los
movimientos sociales diciendo que el movimiento
de los indignados y el movimiento de Occupied
Wall Street habían sido un poco su inspiración a la hora de hacer la
película sobre Saavedra ya que era un momento muy similar al que se retrataba
en la película con unas estructuras políticas muy corrompidas y una serie de actores sociales en movimiento intentando
generar un cambio. La pregunta de la película en este caso es si estamos
utilizando todos los medios que tenemos a nuestro alcance para llegar a la
población, o si es preferible mantener la pureza discursiva y seguir siendo los
que somos.
Por otro lado, la película deja abierta, con la última escena, la cuestión del continuismo de la dictadura, y la dificultad de todos los países por trascender un período de autoritarismo si no hay un verdadero ejercicio de memoria, justícia colectiva etc. Las transiciones son un invento. Creo que hay que empezar a decirlo.
Aquí os dejo el spot real de la campaña diseñada por Saavedra para el plebiscito d e 1988 e incluido parcialmente en la película de Larrain.
Podéis ver la película esta semana en los cines Babel de Valencia a las 20:30h.
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