viernes, 1 de noviembre de 2013

El infierno electrónico



“ Somos su carne, sus animales, no tenemos nada que decir”
(minero de Shabuna, al Sur de Kivu, República Democrática del Congo)


Podemos enviar un mensaje de amor, un whats up incitando a la insurgencia, podemos hacer la llamada oportuna para preocuparnos por la salud de alguien o por el placer de escuchar una voz conocida al otro lado de la distancia. Y sin embargo ignoramos que todos y cada uno de estos gestos están teñidos de sangre.

El conflicto armado en el este del Congo dura ya más de doce años, en él han muerto cinco millones de personas, miles y miles han sido desplazados. Para la población civil, la vida cotidiana es una continúa pesadilla. Es el conflicto más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial y pese a ello, sólo nos llegan de él noticias lejanas y a menudo confusas haciendo que creamos que la guerra del Congo es una guerra de guerrillas, donde es imposible distinguir a los principales actores así como su juego de intereses . Sin embargo, las organizaciones que siguen de cerca el proceso, los periodistas y documentalistas que han viajado hasta allí para contar lo que estaba ocurriendo evitan referirse  al conflicto en la República Democrática del Congo o la escala de violencia en el Este del Congo. Han encontrado un nombre mucho más descriptivo: La guerra del Coltan.





 El coltan es un mineral escaso, el 80%  se encuentra en África concretamente en la República Democrática del Congo. Se utiliza para extraer tantalo y niobio un condensador imprescindible en la mayor parte de aparatos tecnológicos que conocemos: teléfonos móviles, ordenadores, armas, videojuegos…

En el Congo, como en tantas otras colonias europeas, la historia de la explotación de los recursos naturales va unida a la la explotación de sus habitantes. Esta historia se remonta al rey belga Leopoldo II que implantó sobre el congo belga el clásico estilo de expolio de recursos minerales colonial, hasta el punto que incluso fuerzas nativas del Congo fueron enviadas a luchar contra Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Años más tarde,  fue precisamente de esa colonia belga, de donde se determinó que procedía el uranio de las bombas atómicas que las potencias aliadas lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki.

Lo que vino después fue una independencia marcada a sangre y fuego de nuevo directamente sobre la piel de los congoleños: un alto nivel de corrupción, una población endémicamente empobrecida, unas minas atiborradas de metales preciosos indispensables para la vida occidental. La guerra civil ruandesa entre los hutus y los tutsis se ramificó en el Congo. Tras derrocar al dictador Mobutu, que cambió el nombre de Congo por el de Zaire,  un gobierno de mayoría hutu se instaló en Mombasa al mando del presidente Kabila y el antiguo Zaire pasó a ser lo que hoy llamamos la RDC (República Democrática del Congo).  El conflicto que a mitad de los noventa arrasó Ruanda se reprodujo en el nuevo Congo. Las milicias tutsis se opusieron al nuevo gobierno con el apoyo de las fuerzas militares de Ruanda y Uganda. Pero en realidad, el origen del conflicto no era étnico ni territorial. Las diferentes minorías ruandesas exigían una explotación de los recursos minerales que el gobierno hutu de Kabila había acaparado para él sólo. La conquista de los territorios claves donde se encuentran las preciadas minas de coltan es el verdadero leiv motiv que marca la estrategia militar territorial de los distintos grupos en conflicto.

 La ONU ha admitido que la totalidad de estos grupos se financian a través de la venta ilegal de minerales. Uganda no posee yacimientos pero en 1999 vendió 69, 5 toneladas de coltan según la ONU, lo mismo ocurre con Ruanda, la otra fuerza enfrentada al gobierno de Mombasa, . Ambos países tienen más de la mitad de su ejército enrolado en diferentes guerrillas congoleñas que desde distintas posiciones atacan los territorios dominados por el ejército del gobierno para hacerse con las minas del coltan. Por otra parte, el gobierno tiene sus propias guerrillas en la cuál están implicadas lo altos cargos militares del ejército congolés: los llamados Mai Mai. También estás guerrillas son causantes de numerables vulneraciones de los derechos humanos: ejecuciones extrajudiciales a prisioneros de guerra, violaciones de mujeres, torturas, asesinato, explotación infantil etc. 


Cuando el precio del coltan sube, las compañías lo compran en el mercado ilegal que es el que viene suministrado desde Ruanda y Uganda hasta Bélgica a través de líneas aéreas implicadas en el proceso. Sin embargo, aunque la ONU insiste en la importancia de no comprar minerales de contrabando para no financiar a las milicias de la guerra en el Congo, lo cierto es que las condiciones de los congoleños no cambian mucho si su mina es una de las que controla el ejército del gobierno o es una mina de contrabando.

Frank Poulsen viajó hacia una de las minas más sustanciosas para filmar un documental sobre el coltan: Blood in the mobile. Se trata de la mina de Bisie, situada en Kivu Norte y controlada por el ejército del gobierno y por algunos guerrilleros Mai Mai. Miles de personas se desplazan hasta la mina de Bisie atraídas por la fiebre de los metales con la esperanza de encontrar una fuente de riqueza (coltán, casteritta, germanio) para ello abandonan a menudo sus plantaciones agrícolas provocando fuertes hambrunas en la zona. Una vez en la mina, el gobierno les hace pagar una alta tasa de impuestos diarios para tener derecho a trabajar en la mina. Como consecuencia, los trabajadores congoleños no pueden salir de la mina porque se han endeudado tanto que se ven obligados a trabajar  dentro de las excavaciones de por vida.

Hacen su vida en unos campamentos paupérrimos situados en los alrededores de la mina que están vigilados día y noche por miembros de los Mai Mai o por militares del gobierno. Son frecuentes los accidentes mortales y los derrumbamientos de tierra,  y brillan por su ausencia todo tipo de medidas de seguridad.





La ONU creó en 1999 la Misión para el mantenimiento de la paz en la República Democrátrica del Congo (MONUC). Con 17000 cascos azules y un presupuesto anual de mil millones de dólares es la misión más larga y costosa de la organización.  Sin embargo, poco o muy poco es lo que se ha avanzado en la pacificación del conflicto. Cada tregua o conato de acuerdo de paz dura lo que tardan los mercados en marcar un nuevo precio para el coltan; escasez de coltan significa una nueva escalada de violencia. En un primer momento la ONU apoyó a las fuerzas del gobierno congoleño pero las violaciones sistemáticas que estos han perpetrado sobre la minoría tutsi hicieron que le retirara su apoyo en 2009. En 2012 la ONU hizo un informe muy duro sobre la implicación del gobierno de Ruanda y Uganda en el conflicto. Sin embargo en el mismo año, la ONU aprueba que Ruanda sea una de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad.

Poco o muy poco es lo que se ha logrado a través del derecho internacional. La ONU llega tarde, poco, lento y mal. Este 2012 el secretario general de la ONU dijo en referencia al conflicto: “ la gente del Congo puede estar orgullosa de los cambios adquiridos en los últimos diez años, pero la situación es frágil, existen muchos retos” . 

Estas declaraciones son un burdo intento de manipulación. Da la sensación que Ban Ki Moon trasladase la responsabilidad de la resolución del conflicto a la población civil. En el año 2009 la organización Global Witness publicó su informe más ambicioso hasta el momento: Faced with a gun, what you can do?. En él exige a todas las compañías telefónicas que publiquen sus cadenas de suministros, y que además aseguren y determinen con exactitud, ya que los laboratorios químicos permiten esta operación, el lugar de procedencia del metal, no sólo el país sino también la mina y en qué condiciones se ha producido la extracción.
Asimismo, el informe requiere a las compañías de que telefonía demuestren con pruebas quién y a dónde han ido a parar los beneficios de la venta del coltan , también exige a los gobiernos que legislen acuerdos sobre procesos de compra de minerales no sólo en el este del Congo, sino en todo el mundo y que sancionen a las empresas que los incumplan, le demanda al Consejo de Seguridad de la ONU que tome medidas coercitivas con los principales grupos en conflicto en el Congo en el que incluye el embargo de armas (y llegado el caso también de minerales) del ejército del Congo, Ruanda, Uganda y demás países implicados.

Global Witness  asegura que es necesario que  la Corte Penal Internacional persiga los crímenes cometidos por las guerrillas así como por los actores económicos interesados, amparándose en el Tratado de Roma. Finalmente, el informe concluye con la publicación de las multinacionales que compran Coltan de las minas del Norte y el Sur de Kivu (Zona de minas en conflicto en el Este del Congo). Estas empresas son las que tratan los metales y  los procesan hasta convertirlos en metales útiles para la industria electrónica, es decir, se sitúan en el punto intermedio entre los vendedores de coltan y las empresas de telefonía, informática etc. De la lista destaca el predomino de Bélgica en cuanto a volumen de importación y número de empresas que participan en el proceso: Cabot Corporation, Kemet Electronics, Speciality Metals Company, Vishay Sprague, Afrimex, Cogecom, Sogem, Trademet,  etc  

Pero el informe de Global Witness fue publicado en 2009 y desde entonces ya han pasado cuatro años en los que ninguna de sus propuestas para parar el derramamiento de sangre en la zona ha sido puesta en práctica por ningún organismo internacional. Las compañías de teléfono prometen estar haciendo avances en su conocimiento de la procedencia del coltan (Nokia) y en la transparencia de su cadena de suministros pero aún así se niegan a hacerlas públicas porque en realidad, tampoco hay ninguna ley que las obligue a hacerlo ni ninguna instancia judicial que vaya a perseguirlas. Las grandes sumas económicas movidas por las nuevas tecnologías y necesitadas de una gran demanda de coltan son un grupo de presión que obstaculiza la toma de medidas ante el temor de que éstas supongan perdidas económicas para un sector altamente competitivo. Algunas voces críticas como el Comité de Solidaridad con África Negra aseguran que la ONU está esperando el fracaso del diálogo entre las guerrillas militares para establecer un protectorado en el Congo que custodiaría directamente la extracción de los recursos minerales, En la otra cara del mundo,  mientras gobiernos, organismos públicos y compañías hacen unos avances invisibles, los niños que trabajan en la mina de Bisie ven pasar los años desde el fondo de un túnel donde el metal que refulge encallado en la roca es precisamente el que más oscurece la salida.






 Os dejo el trailer de la película de Frank Poulsen. 



Más información:
http://www.youtube.com/watch?v=rsO3zkeIoMw (blood in the mobile película en youtube)




No hay comentarios:

Publicar un comentario