martes, 21 de enero de 2014

Nymphomaniac volumen 1: Tocata y fuga de una vagina.




"La única diferencia entre yo y los demás es que yo siempre le pedía más colores a la puesta de sol"



Un Lars Von Trier contenido nos deja en el primer volumen de Ninphomaniac un relato lleno de imágenes metafóricas que abandona enseguida el interés explícito para buscar la riqueza psicológica, la profundidad, la resonancia. Pese a que la película ha contado con una campaña publicitaria que ha alimentado el morbo fácil y las expectativas hacia las escenas escabrosas o hacia las perversiones del director : Ninphomaniac, al menos durante su primer metraje, es algo bien distinto de una boutarde de cine de autor. Lars Von Trier parece obsesionado con mostrar en sus películas esos mecanismos psicológicos a través de los cuales sus protagonistas asumen como propios los prejuicios que la sociedad arroja sobre ellas. El universo de la auto-sugestión se convierte en su gran aportación acerca del individuo.


Si en Antichristo, Charlotte Gainsbourg se convencía de que la naturaleza femenina era diabólica, y por un mecanismo de profecía autocumplida actuaba en consecuencia, en Ninphomaniac da vida a una joven que asume demasiado pronto que su interés por el sexo, no sólo es poco convencional sino patológico, insano y cruel. Para convencerle de la veracidad de su autodiagnóstico, Joe le cuenta su historia a Stellan Skarsgard, un señor mayor que la acoge en su casa, y que actúa de alter ego del propio director. Skarsgard trata de contradecir a la joven en los terribles juicios que vierte sobre su comportamiento: "Lo único que quiero decirle es que si tenía alas ¿por qué no iba a volar?" La parte que peor funciona de la película son los diálogos entre Joe y Skarsgard, no hay una verdadera reciprocidad entre ambos, las aportaciones que hace Skarsgard sobre el relato de Joe no son acogidos por Joe con un auténtico interés. Pese a eso, los avatares sexuales y emocionales de la vida de Joe cuentan con momentos realmente brillantes como el fragmento de la muerte del padre, pero con otros un tanto monótonos. 


Sin embargo, cuando la primera parte se va declinando hacia el final, Trier despliega su artillería pesada, ocurre cuando Joe admite que nunca se ha sentido identificada con la idea general que la gente comparte sobre la ninfomanía, esa en la que la mujer incurre en una búsqueda compulsiva de experiencias sexuales por insatisfacción, por carencia o por insaciabilidad sino que para ella, el sexo con una sola persona no es capaz de expresar toda la variedad de tonos, sentidos y  matices que tiene  la experiencia sexual. Recordamos aquí la frase que da inicio al relato: La única diferencia entre yo y los demás, es que yo siempre pedía más colores a la puesta de sol. La ninfomanía deja de tener ese aspecto de parafilia, con el que la hemos contemplado a lo largo del relato, y se convierte en un fenómeno más complejo. Me recordó a ese pasaje de Anna Karenina en el que la protagonista le reprocha a su marido que los hombres no entienden que las mujeres puedan amar con un amor al hijo y con otro amor distinto al marido porque ellos  únicamente saben amar con un solo amor. Así del mismo modo, para Joe el sexo también debe diversificarse para poder ser vivido en su plenitud. 





En ese momento el diálogo con Skarsgard adquiere todo su sentido. La experiencia sexual de Joe le recuerda al viejo Skarsgard a Bach. Para Bach, la música adquiría  su culminación artística  en la polifonía. El viejo Skarsgard explica qué elementos tonales se combinaban en la música de Bach, mientras Joe relata las tres variedades de experiencias sexuales que la llevaban al apogeo: el sexo redentor, el sexo animal, y el sexo con amor, el cantus firmus . Las imágenes de los encuentros sexuales de Joe se van integrando en la pieza de Bach y en el énfasis descriptivo de Skarsgard en un in crescendo narrativo maestro, hasta que en el clímax final de la protagonista, una vez parece que la sexualidad ha adquirido todo su sentido y suena con toda su variedad tonal en la pieza de Bach, se hace el silencio,la protagonista mira a su compañero y dice: no siento nada. La pantalla se va a negro. 



Si Ninphomaniac no es la mejor obra de Lars Von Trier, para mi no está al nivel de Melancholia, si que constituye una reflexión lúcida sobre los tabúes sexuales, la tensión entre la libertad y la cultura y el miedo a la locura, que se convierte en una amenaza más aterradora que el delirio en sí mismo. 

Fragmento del trailer alemán con la escena de Bach.


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