sábado, 1 de febrero de 2014

As the flames rose we danced to the sirens, the sirens. "Este cuerpo, casa encantada"

"Fui al médico y me diagnosticó que estaba maldita, clínicamente maldita"


Yo no soy experta en perfomances. Por no saber, no tengo muy claro lo que son, creo que es una disciplina que estudian en Bellas Artes.  Entre tu y yo, si me preguntan, respondo con un interés distante, más bien escéptico. Pero en esta ocasión, fue mi amigo Iván quien me recomendó que acudiera a ver el espectáculo de Sleepwalk Collective que representaban en el Teatre del Carme hace dos domingos bajo el sugerente y enigmático título: As the flames rose we danced to the sirens, the sirens.



Decir que me lo recomendó también sería ser discreta, más bien me apuntó con una exhortación como si fuera una Magnum siete milímetros en el pecho : "tienes que ir". Con mi amigo Iván tengo en común cuatro cosas de suma importancia, a saber: la fé ciega en el primer verso del poema Los perros románticos de Roberto Bolaño que dice así: "En aquel momento tenía veinte años y estaba loco", el gusto por robar y retorcerle algunas frases a ciertos cantautores trasnochados, el ritual de pasar las noches de San Juan en la que probablemente sea la playa más fea de España, la capacidad de ver en bucle, perdiendo completamente la noción del tiempo y el espacio, una, varias o toda la filmografía de David Lynch durante un fin de semana. 

No he nombrado esto por casualidad. Lo digo para que se entienda por qué mi amigo Iván me empujó a ir a ver el espectáculo en cuestión, al que a partir de ahora nos referiremos como The Sirens. Tengo que decir que fue lo más parecido que he estado en mi vida, a caer en una sesión de hipnosis, quitando algunas escenas de la mencionada filmografía de Lynch.  La protagonista, Iara, empezaba a hablar con una voz entre sugerente, seductora, destructiva, rota, demandante, irónica, lastimera, y una lista muy larga de adjetivos contradictorios entre sí . Lo que decía era sumamente hermoso, pero no tenía sentido alguno, y eso era quizás lo más hermoso de todo. El texto eso si tenia tres ideas como hilo conductor: el dolor, las mujeres hermosas y el cuerpo.





La mujer rota, muerta, o poseída por todas las mujeres rotas y muertas de la historia, Iara, se acercaba el micro a la punta del zapato tacón y empezaba a ascender por todo el cuerpo. De ese cuerpo, muerto, roto o dolido empezaban a emerger los sonidos de la naturaleza: por las piernas trepaban animales salvajes, en el vientre un viento suave hacía adivinar lentamente el sonido de las olas del mar mientras que entre el pecho y la garganta se desataba una fuerte tormenta. La imagen del cuerpo como recipiente de paisajes fue creando una atmósfera envolvente y peligrosamente íntima a la vez que Iara anunciaba con un rostro pálido de película de terror "estamos muy muy muy lejos de casa". 

Ah, así que en eso consiste una performance, en alejarnos de casa. Olvida tu zona de confort. Acepta el laberinto. El laberinto era un truco de magia en el que no hay truco, un tren nocturno que sólo se detiene ante el sonido de la sirena apropiada. ¿Pero acaso no era ella la sirena? ¿El cuerpo moribundo, fuera de su hábitat, haciendo esfuerzos por sobrevivir en el escenario como un pez fuera del agua? Sin embargo, ella quería coger ese tren contigo: "llamar a tu familia y decir que ya está, lo siento, nos hemos ido: esto somos nosotros desapareciendo". Y después caer dentro de un fotograma de Greta Garbo. Aquí, aparece la gran diva del cine de los años treinta proyectada en una pantalla detrás de nuestra errática protagonista,  y poco a poco también aparece proyectada en su vestido, mientras Iara baila y da vueltas sobre sí misma y las imágenes de Greta Garbo se redoblan y confunden como en un caleidoscopio infernal. "Y yo me llevaré conmigo este cuerpo, casa encantada".


The sirens se ha llevado el premio a Mejor espectáculo en el Festival de Birmingham, Mejor actriz en el Shena up Festival de Kosovo, Mejor Dirección en el Festival de Bilbao y ha estado nominado como Mejor Espectáculo a los Total Theatre Awards del Festival de Edimburgo. Mi amigo Iván me había dicho que la protagonista le había recordado a una de las mujeres que deambulan por las canciones de Nacho Vegas, ya sabes, heroínas trágicas, yonkis, alcohólicas, bellas y desgraciadas. Sin embargo, yo no había podido apartar de mi cabeza la escena de El Club Silencio que aparece hacia el final de  la película Mulholand Drive de David Lynch, donde la narración que ha transcurrido con cierta continuidad lineal se empieza a volver caótica e inquietante precisamente a partir de que las protagonistas asisten a un espectáculo teatral en un misterioso club donde toda apariencia se pone en duda.

Al final, sirenas o no, ¿quién no ha querido habitar dentro del fotograma de una película antigua? ¿Quién no se ha negado aceptar que "no hay banda", que aunque oigamos la música "todo es una representación"?





Aquí un fragmento del espectáculo The Sirens:

Aquí el fragmento de El club Silencio perteneciente a Mulholand Drive.


Para más información  sobre el espectáculo: sleepwalk collective.




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