sábado, 6 de septiembre de 2014

Stockholm: el comienzo de lo terrible...



Lo  bello es el comienzo de lo terrible 
que aún somos capaces de soportar.
Rilke 






Que todas las historias de amor son susceptibles de convertirse en una historia de miedo lo sabemos todas, basta con echar un vistazo a la sección de sucesos. Pero poco se ha preocupado el cine y la literatura de mostrarnos la cara oscura y los mecanismos perversos que se esconden detrás de una bonita estampa amorosa,  o de descifrarnos el significado oculto tras los gestos de una galante seducción. 


Es difícil encontrarse con películas y relatos que nos hablen de la complejidad de las relaciones entre hombres y mujeres, de ese sentido del desprendimiento, de la seguridad innata o de la inseguridad biológica, de la indefensión o de la condición de animal herido, de la inocencia perdida  y de esos tortuosos derroteros por los que camina a la velocidad de la luz, la manipulación psicológica.  La película que nos ocupa Stockholm, de Rodrigo Sorogoyen es uno de esos relatos.

No hay que atribuirle al director todo el mérito. Ya una obra de teatro victoriana  como Luz de gas (Patrick Hamilton) que en 1944 se convirtió en una maravillosa película de George Cukor  (Luz que agoniza)  contaba una siniestra  historia de maltrato psicológico, maquillada  tras un leve velo de suspense. Se trataba de  la habilidad de una mente retorcida para convencer a su joven esposa, una atormentada Ingrid Bergman, de que sus sentidos y su voluntad estaban indispuestos para juzgar la realidad, y que por tanto debía someterse a la voluntad de su marido. El proceso de anulación  que se retrata en la película es detallado, paulatino, lento, de profundo impacto psicológico. 






















Me recuerda a uno de mis relatos preferidos El cuarto del papel amarillo, escrito por Charlotte Perkins Gilman. (cuento aquí)  Es un cuento breve, escrito con frases cortas, como exabruptos,  como pensamientos que se escapan en voz alta o como pequeños exorcismos inconscientes. Nada de eso. Cada frase de este relato tiene una intención. Y pese a la ambigüedad mantenida hasta el final, la autora tenía muy claro su propósito: denunciar el tratamiento psiquiátrico  que se le aplicaba a las pacientes con depresión en el cual el reposo y la ausencia de actividad intelectual era un mandato imperativo. Para Gilman la autoridad médica no perseguía la verdadera curación de la paciente sino su auténtica indefensión, su dependencia absoluta de la figura del marido, su anulación artística, física e intelectual: el paternalismo. (si os interesa el relato de Gilman recomiendo el analisis de lamanoqueescribeconpluma aquí)


En la película de Sorogoyen la enfermedad mental  también tiene un papel importante. Al igual que en la obra de Charlotte Gilman, el estado mental de la protagonista es precisamente lo que permite cuestionar aquello que ha sido asumido como norma,  en este caso el comportamiento del joven encantador que después de verla durante un segundo en la discoteca le da las llaves de su casa y le dice "si no vienes a dormir conmigo, no las quiero". El es guapo, ocurrente, divertido. Ella es dura, negativa, tiene cara de intensidad. La ciudad , los diálogos y la banda sonora hacen el resto. Sorogoyen nos la ha colado, creemos que estamos ante otro "chico encuentra chica mágica-trágica" con atmósfera hipster y decorado urbano, con frases que todos hemos dicho o hemos oído sin levantar la voz de alarma, sin inmutarnos, entrando en el ritual fingido de la seducción o del rechazo. 


En ningún momento pensamos que su insistencia sea acoso, pese a que la persiga, pese a que ella le diga que no: una  dos , tres veces, pese a que le acompañe aunque ella le haya dicho que preferiría estar sola. No pensamos que sea acoso porque es tan simpático...y estamos tan acostumbradas a que nos insistan, en nuestro código de aprendizaje de la vida se han acumulado las mismas experiencias cientos de noches: hay que decirles que no muchas veces, es lo normal, son pesados por naturaleza, no pasa nada, si se pasan de la raya, si se ponen muy bordes incluso justificamos que lo que ocurre es que están borrachos pero si son pesados con elegancia, si son pesados con ingenio entonces incluso nos resulta imposible decir que no. 



Sorogoyen nos hace salir de esa zona de confort tensando hasta lo insostenible el hilo entre dos  polos opuestos  : el de él, que quiere llevársela al huerto a toda costa, y el de ella que no quiere. Para conseguirlo él le vende la luna, o lo que es lo mismo, la increíble azotea de su casa, y ella, que no es como las demás, y esta es la vuelta de tuerca que cambia el rumbo de la historia, se la compra. La escena que separa "el chico encuentra chica" de una película de terror es aquella en que él, decide que no está dispuesto a alargar más los convencionalismos, las azoteas y las estrategias sutiles y renuncia a sus  máscaras mostrando con absoluta crudeza lo primario de sus intenciones. . Ella quiere irse pero sus defensas ya hace mucho tiempo que se han derrumbado. Es justo un minuto, justo un segundo en el que tiene la oportunidad de escapar.  Maravillosa escena del ascensor a cámara lenta con homenaje a Kubrick incluido, que divide en dos la historia. No lo hace. No se va. Y aquí la película empieza  a ser Stockholm

La mañana siguiente, también es la repetición de un guión conocido ; todo su encanto se transforma en distancia, en reticencia al contacto y en miradas huidizas.  Hemos comprado esa historia desde el principio la mayoría ni se sorprendería ni se asustaría. Pero como ya he explicado, la mayoría no es como la protagonista de esta película. Ella , que ni siquiera tiene nombre, no comprende, no entiende, no sabe cómo reaccionar ante esos lugares comunes de noches alegres y mañanas tristes que son paisaje habitual de la mayoría de los mortales. La azotea, el lugar que por la noche había servido de broche, de escenario ensayado del romanticismo, se convierte en un lugar para lo terrible, demasiado expuesto a la luz, donde todas las heridas son visibles para el otro, donde no se puede aplazar el dolor que se había apartado del primer plano la noche anterior donde se hace imposible cualquier tentativa de fraude y disimulo. Como descubrimos pronto, ella es material inflamable, demasiado frágil para soportar el machismo de algunas convenciones que quizás hemos asimilado demasiado  rápido, con una falsa libertad tras la cual se esconden innumerables miedos: el miedo a decir no, el miedo al rechazo, el miedo a sentir, el miedo al contacto, el miedo al otro, el miedo a uno mismo.






Y aquí es cuando el material inflamable, se desata y la situación da una vuelta de 360ª que no explicaré (que ya está bien de spoilers) pero que en resumidas cuentas pone de relevancia que detrás de cualquier encantador de serpientes se encuentra un tipo al que no conoces, y al que tampoco te gustaría conocer, que detrás del  chico  que insiste con elegancia se encuentra un acosador, un tipo con intolerancia a la frustración que reaccionará con ira y  agresividad  cada vez que no tenga lo que quiere . La película de Sorogoyen es una pieza rara, esquiva, quizás no perfecta y no cien por cien pulida, pero sugerente e inteligente, sobre todo a la hora de investigar nuevas maneras de hacer cine en medio de  ese vasto erial llamado "cine español" . Es una película que busca contar los fallos, las carencias y las sombras de esa historia cien mil veces contada abordándola  de  una manera radicalmente distinta, con una reflexión incómoda sobre las maneras en que nos relacionamos en la  sociedad contemporánea, las mentiras que aceptamos, y el conformismo  existente en aquellos espacios donde nos sentimos muy libres,  donde nos creemos muy modernos y donde el machismo nos parece algo completamente erradicado de nuestras vidas, algo que les sucede a otros, algo de lo que sólo somos testigos (nunca parte, nunca cómplices) cuando vemos  el telediario. 




2 comentarios:

  1. Me alegra ver que coincidimos. Es una peli que me llamó mucho la atención, muy cercana a todo lo que tan bien conocemos y que estamos hartos de haber vivido, pero contado de una forma que se torna terrorífico y molesto. Muy siniestro.

    La escena del ascensor es preciosa.

    Gracias por la referencia. Nos vamos leyendo.

    Saludos!!

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  2. De nada María, aprendo mucho de ti así que es lo mínimo que puedo hacer. La verdad es que si, la peli me tiene completamente hipnotizada....y eso que soy consciente de que no es una obra maestra, quizás precisamente por eso. Hay una escena que se me escapó al verla, pero que nombra Sorogoyen en una de las entrevistas que le hicieron en Todos somos sospechosos, donde pone especial énfasis en unas manchas de sangre que se reiteran en la película. Yo sólo vi unas y por lo que explica el director no son a las que él se refiere, por lo que supongo que tendré que volver a verla con más detenimiento. Pero me parece muy acertada la definición que da el propio Sorogoyen de la ambigüedad de sentimientos que quería reflejar en la película " A la hora de conseguir lo que quieres lo haces a través de la seducción o a través de la violencia. La violencía es muy intrínseca a la seducción" mezclar estos dos conceptos y que encima consiga te salga un retrato generacional sobre el aislamiento y el individualismo que incomode inquiete, y obligue a la gente hacerse preguntas, sin ninguna ayuda para la producción me parece una heroicidad.
    Dejo el enlace del programa de Radio3 por si a alguien le interesa profundizar en los temas de la película...
    http://www.rtve.es/alacarta/audios/todos-somos-sospechosos/todos-somos-sospechosos-sindrome-estocolmo-otras-cuestiones-del-amor-02-05-14/2540809/

    Saludos!

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