domingo, 1 de marzo de 2015

Nosotros no nos mataremos con pistolas: Nadie nace loco.



Nadie nace loco 



Hace unos días pasé de puntillas por Valencia . Estaba enferma y herida, aunque no sé muy bien si en  ese orden. Se celebraba el tercer aniversario de algo que llamaron Primavera Valenciana. Se celebraba aniversario de algo en lo que dicen que participamos porque cortamos el tráfico de una calle principal de la ciudad y dejamos que la policía nos partiera los labios, nos abriera brechas en las cabezas y nos amoratara los muslos y la espalda . Se celebraba el aniversario de algo en lo que dicen que participamos porque nos detuvieron o  porque detuvieron a todos nuestros amigos. Se celebraba algo a lo que llamaron primavera porque iba a ser el principio de una historia diferente en la que nos haríamos llamar, nosotros.

Estaba herida y enferma, pero mi amigo Luis, recién llegado de Lima me arrastró hasta la sala Ultramar a ver una obra de teatro que pese a mi herida y mi enfermedad bajo ningún concepto podía perderme. Su título también podía sonar como un panfleto poético o como un manifiesto terrorista "Nosotros no nos mataremos con pistolas". ¿Qué quería decir eso? ¿Nos mataremos? ¿No nos mataremos? ¿Nos mataremos con otra cosa? ¿Cuando decimos nosotros queremos decir nosotros?
La obra escrita por Victor Sánchez, narra el encuentro caótico, etílico y brutal entre cinco amigos de la adolescencia que llevan cinco años sin verse, después de que se produjera la muerte de una de ellos. El reencuentro festivo deja espacio a las cuentas pendientes, los choques entre las distintas visiones de vida, los estragos de la ruta destroy, los ideales y los desajustes entre lo deseado y lo obtenido. La obra se pregunta si nuestro fracaso es nuestro. Si nuestra enfermedad es nuestra. Si las vidas deseadas, y tenidas, si los sueños atragantados de las adolescencias largas  son la consecuencia de los actos de otros. De los gobiernos  y las crisis, de las tasas de paro y los cánones de normalidad impuestos a prueba de psiquiatras, especialistas, estadísticas, opinólogos... También se pregunta si el fracaso es bello, si el fracaso es natural, necesario, sano, épico. Si como decía Lacan, todas las salidas del laberinto implican la necesidad de atravesarlo. Si lo enfermo, lo neurótico, lo que mata es el éxito, la anestesia tecnológica, el individualismo, mentir mil veces bien a la pregunta ¿cómo estás? Si lo insano es el estatismo, el deseo de ser un reflejo idéntico de nuestros mejores recuerdos. Es una obra difícil que camina con dificultad en la manzana envenenada que te entrega a modo de brindis, a medio camino entre la crónica autobiográfica y el retrato generacional.



Al final, tras un aplauso aterrador y furioso, tuvimos la oportunidad de intercambiar un par de preguntas con Victor Sánchez, el autor del texto y el equipo de actores. No recuerdo qué pregunté yo. Alguna pretenciosidad sobre la dicotomía entre el interior y el exterior. El dramaturgo valenciano contestó que en la obra había intentado condensar una reflexión autobiográfica, aquella que surgió después de ver  morir a  una amiga que tenía diagnosticado un trastorno límite de personalidad, momento en el  que el autor se preguntó sobre las causas  sociales y ambientales de la enfermedad mental.

Tampoco recuerdo qué preguntaron los alumnos de la ESAD invitados al evento, alguna pretenciosidad aún mayor, algo sobre la influencia de Beckett y la influencia de Chejov. Palabras que se paralizan en los labios como cuadros vacíos. Sólo recuerdo que mi amigo Luis, que había estado callado todo el coloquio, de pronto interrumpió aquella farsa de lugares comunes y devolvió la sala a la autenticidad que durante dos horas había convertido la ficción en algo más verdadero que la  vida  demostrando que el teatro alternativo valenciano vive una auténtica primavera:

"Pero vosotros ¿creéis que hay esperanza?"

Lo dijo así. Como si estuviera cabreado. Como si quisiera saberlo de una vez por todas. Como si no admitiera una evasiva. Como si estuviera dispuesto a darle un puñetazo a cualquier persona que se le ocurriera esquivar la cuestión citando a Chejov.

 " Pero vosotros ¿creéis que hay esperanza? "


Y es que  hemos venido aquí arrastrando nuestra patología porque pensamos que si. Y seguimos conviviendo con nuestra desadaptación porque creemos que si. Porque nos damos cuenta que cada vez a mayor velocidad, nuestras vidas avanzan en una dirección distinta a la deseada y aun así creemos que si. Porque nos han decepcionado los amigos, los amantes, las fronteras, los referentes intelectuales, nuestros padres, el hip hop y el rock and roll, el flamenco fusión, las drogas duras y el cine de autor, porque nos falló el movimiento antiglobalización y el 15M,  el comunismo ortodoxo y el asamblearismo radical. Porque estudiamos carreras inútiles y trabajamos en cosas que nos hicieron pensar que el mundo era un cuarto pequeño oscuro y afilado donde hasta respirar ardía. Porque alguna vez pensamos que todo eso había sido culpa nuestra. Porque alguna vez pensamos que todo eso había sido culpa suya. Porque aunque todo eso ocurrió alguna vez, y tal vez sigue ocurriendo, nosotros, que no nos mataremos con pistolas, creemos que peor que la muerte es vivir sin tener la certeza de que algo catastrófico y tierno, nos atravesará del todo.






2 comentarios:

  1. M'ha encantat aquesta crítica tan reflexiva i descarnada. Avui tinc entrades per a veure l'obra al Talia i alguna cosa em fa pensar que no eixiré igual de la sala. Me la van recomanar però no tenia ni idea sobre què parlava... Cara a cara amb el desassossec.

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    1. Moltes gràcies! Espere que t'haja agradat. De bon gust tornaría a veure-la. Per favor, deixa les teues impressions de la obra ací. No a tot el món li produeix les mateixes sensacions ni li suscita les mateixes idees. Així que vía lliure.

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