jueves, 7 de marzo de 2013

Shoah: El tiempo alucinado.


Hace unas semanas, mi amiga Roser Colomar y yo estuvimos en Madrid viendo La Jetée (1962), en el cine Doré. La enigmática reflexión de Chris Marker le sirvió a mi compañera de viajes, para abrir un espacio propio en la red deneonesypalmeras.wordpress.com que arrancaba con un pensamiento sobre la memoria, sobre su azar y su inconsistencia interna, sobre su estructura fantásmatica, plástica, obsesiva.

Hoy, me he decidido a acompañarla, en este nuevo viaje cibernético que inicia, retomando el mismo tema, aunque desde otra óptica distinta a la del laberinto ficcionado que nos proponía Chris Marker en La Jetée. La película que he elegido pone en cuestión la compleja relación entre la cámara y la memoria, o entre la cámara y el pasado, Shoah (1985) de Claude Lanzmann. 

Tras visionar las nueve horas de duración que a lo largo de diez años mantuvo al director en un punto medio entre las fascinación y el horror me sigo preguntando : ¿Qué es Shoah? ¿Y qué significa? Por una parte  es el mayor documento audiovisual que existe sobre la historia del exterminio judío, pero también es un documento audiovisual único en sí mismo por su tratamiento del testimonio y su concepto de memoria. En su interior uno se pierde, porque Shoah del mismo modo que la memoria carece de estructura, de espacios acotados, de cronología. Es una dispersión de tiempos y personas donde no tienen cabida las imágenes de archivo, es decir, no tiene cabida la reconstrucción, sólo el recuerdo agujereado, adusto; la confrontación entre el testimonio y el espacio vacío donde una vez aconteció lo inenarrable. Es ahí, justo ahí,en ese hiato, en esa ausencia absoluta de significado donde  la cámara de Lanzmann capta la aparición del fantasma.

Lanzmann rechaza hacer una película que reconstruya una idea del pasado, puesto que su intención es hacer emerger el pasado en el presente, o más bien,  abolir la distancia entre ambos, el pasado siempre será presente, aquel pasado nunca será pasado. La memoria de la que nos habla Shoah por tanto es una memoria imposible que queda perfectamente retratada en el testimonio que hace Susan Sontag de su paso por un campo de concentración "algo murió, algo llora todavía" (Susan Sontag, Sobre la fotografía).

Sanchez Biosca ha analizado ampliamente el misterior de Shoah y su relación con la memoria: "Lanzmann apunta a una atemporalidad que pretende reproducir el trauma más que analizar sus causas" ( Sanchez Biosca, Cine de historia cine de memoria) Biosca asegura que Lanzmann inagura con Soah no un recorrido por los lugares de la memoria "sino por sus no-lugares", por los rincones donde el recuerdo se precipita sobre el dolor: la lengua de los amos, sus canciones, los detalles del paisaje, el olor de la muerte.


 Es un cine que viene a decirnos que  la Segunda Guerra Mundial ha  transformado la propia idea de memoria, y la concepción del pasado como una figura estática. El trauma colectivo convierte el pasado en un personaje en sí mismo con capacidad para expandirse sobre el presente. Y por tanto la memoria ya no tiene periodización posible. Estamos en la época de la abolición del tiempo.


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