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jueves, 14 de marzo de 2013

Alain Resnais: La niebla y otros cuerpos.

"Mientras yo os hablo, el agua encharcada llena los huecos de las fosas, agua fría, opaca como nuestra mala memoria."

Alain Resnais con esta frase de  Noche y Niebla (1955)  de alguna manera, resume, o da indicios de lo que luego será toda su actividad cinematográfica: un ensayo fílmico sobre la memoria. 

Como en Lanzmann y Marker, la memoria de Resnais parte de la Segunda Guerra Mundial. En Noche y Niebla el propio discurso de Resnais da forma a una voz en off narrativa que da cuenta de la cercanía de propio autor con lo narrado. El director divide el relato entre una imagen en color que recorre el abandono de los campos en el presente (1955) y las imagenes en blanco y negro que relatan lo ocurrido durante los años del exterminio. De esta manera contrapone dos ideas: la ausencia de memoria (aquellas imagenes en las que la naturaleza parece querer devorar todas las pruebas de lo ocurrido) con las imagenes de la memoria    (las imágenes de lo ocurrido que nos obligan a preguntarnos sobre el quién y el por qué). Sobre estas imágenes de lo ocurrido habría además que añadir la reflexión que hace Sánchez Biosca sobre el goce voyeurístico que implica la visión de toda imágen escabrosa independientemente del estatuto ético que se persiga con su proyección.

Para Resnais como para muchas otras personas que han reflexionado sobre el tema ( Primo Levi, Hannah Arendt) uno de los aspectos más siniestros del nazismo es la sofisticación de unas maquinárias de muerte capaces de eliminar las pruebas del exterminio. Resnais recoge en Noche y niebla, como los nazis se preocupaban en reutilizar los huesos y las cabezas para la fabricación de los más variopintos materiales. Los nazis se tomaron el exterminio en su acepción más literal, no sólo eliminar el rastro de sus muertes, es decir, sus cuerpos, sino también eliminar su rastro en vida, negarles su existencia en la historia. Había un interés casi obsesivo en evitar a toda costa que existiera la más leve constancia de sus actos, en otras palabras, en eliminar la memoria.


En este sentido y por contraposición, el cine de Resnais  la memoria aparece casi como una prolongación de la resistencia cuando no de la justícia. La memoria que reivindica Resnais no es una memoria pretérita que construye un cerco para acotar la mistificación del pasado, sino una memoria activa que se sirve del pasado para interrogar al presente. Resnais concluye Noche y Niebla con una reflexión sobre los peligros cercanos, esos que no se sitúan en el marco lejano del exterminio nazi, pero que conviven en nuestro día a día cotidiano, rehuyéndole a la historia su mirada inquisitiva.

"¿Quién vigilará para advertirnos de la llegada de nuevos verdugos? ¿ Su cara es diferente  a la nuestra? Entre nosotros aun quedan kapos, jefes y delatores desconocidos. Nosotros miramos estas ruinas como si el monstro estuviese muerto, fingimos esperanza como si nos curásemos de la peste "concentracionaria" creyendo que esto pertenece a una sóla época y a un sólo país, y no pensamos mirar alrededor y no oímos que se grita sin fín." (Alain Resnais, Nuit et boudilliard 1955)

jueves, 7 de marzo de 2013

Shoah: El tiempo alucinado.


Hace unas semanas, mi amiga Roser Colomar y yo estuvimos en Madrid viendo La Jetée (1962), en el cine Doré. La enigmática reflexión de Chris Marker le sirvió a mi compañera de viajes, para abrir un espacio propio en la red deneonesypalmeras.wordpress.com que arrancaba con un pensamiento sobre la memoria, sobre su azar y su inconsistencia interna, sobre su estructura fantásmatica, plástica, obsesiva.

Hoy, me he decidido a acompañarla, en este nuevo viaje cibernético que inicia, retomando el mismo tema, aunque desde otra óptica distinta a la del laberinto ficcionado que nos proponía Chris Marker en La Jetée. La película que he elegido pone en cuestión la compleja relación entre la cámara y la memoria, o entre la cámara y el pasado, Shoah (1985) de Claude Lanzmann. 

Tras visionar las nueve horas de duración que a lo largo de diez años mantuvo al director en un punto medio entre las fascinación y el horror me sigo preguntando : ¿Qué es Shoah? ¿Y qué significa? Por una parte  es el mayor documento audiovisual que existe sobre la historia del exterminio judío, pero también es un documento audiovisual único en sí mismo por su tratamiento del testimonio y su concepto de memoria. En su interior uno se pierde, porque Shoah del mismo modo que la memoria carece de estructura, de espacios acotados, de cronología. Es una dispersión de tiempos y personas donde no tienen cabida las imágenes de archivo, es decir, no tiene cabida la reconstrucción, sólo el recuerdo agujereado, adusto; la confrontación entre el testimonio y el espacio vacío donde una vez aconteció lo inenarrable. Es ahí, justo ahí,en ese hiato, en esa ausencia absoluta de significado donde  la cámara de Lanzmann capta la aparición del fantasma.

Lanzmann rechaza hacer una película que reconstruya una idea del pasado, puesto que su intención es hacer emerger el pasado en el presente, o más bien,  abolir la distancia entre ambos, el pasado siempre será presente, aquel pasado nunca será pasado. La memoria de la que nos habla Shoah por tanto es una memoria imposible que queda perfectamente retratada en el testimonio que hace Susan Sontag de su paso por un campo de concentración "algo murió, algo llora todavía" (Susan Sontag, Sobre la fotografía).

Sanchez Biosca ha analizado ampliamente el misterior de Shoah y su relación con la memoria: "Lanzmann apunta a una atemporalidad que pretende reproducir el trauma más que analizar sus causas" ( Sanchez Biosca, Cine de historia cine de memoria) Biosca asegura que Lanzmann inagura con Soah no un recorrido por los lugares de la memoria "sino por sus no-lugares", por los rincones donde el recuerdo se precipita sobre el dolor: la lengua de los amos, sus canciones, los detalles del paisaje, el olor de la muerte.


 Es un cine que viene a decirnos que  la Segunda Guerra Mundial ha  transformado la propia idea de memoria, y la concepción del pasado como una figura estática. El trauma colectivo convierte el pasado en un personaje en sí mismo con capacidad para expandirse sobre el presente. Y por tanto la memoria ya no tiene periodización posible. Estamos en la época de la abolición del tiempo.